Algo se mueve en el periodismo.

Con paso lento, como atemorizado, con las precauciones propias de quienes piensan más en las consecuencias que en la defensa de unos valores, el periodismo español -no sé si también ocurrirá allende nuestras fronteras-, empieza a “moverse”. O a removerse, porque nunca ha dejado de moverse dentro de una especie de cenagal al que quienes mejor se acomodan son los “cerdos”.

Hace unos días, se celebró en Madrid un encuentro entre diferentes directores de diarios. En La tertulia de Larra, conversan un grupo de periodistas. Jesús Maraña y Daniel Basteiro, infoLibre; Pepa Bueno, de El País; y Edwy Plenel, fundador de Mediapart, diario digital francés de información, investigación y opinión creado en 2008 y que tiene ediciones en francés, inglés y español.

Entre algunas cosas interesantes que he podido leer sobre esta “charla”, varias han llamado mi atención. La primera, una rotunda afirmación de Edwy Plenel: «Debemos defender la información frente a la opinión».

Esto es algo que siempre he defendido y hasta “discutido” con algún responsable de “sección” en uno de esos diarios de los que fui socio y que terminé abandonando justo por esa mezcla “gaspacheril” -permítaseme el palabro-, donde separar el “agua” (información) del «aceite» (opinión) resultaba imposible. Ni que decir tiene que esa “discusión” terminó en “ruptura de relaciones contractuales”, aunque casi a diario recibo correos electrónicos ofreciéndome una buena oferta “por la vuelta”. Oferta económica, lo que denota la escasa atención que pusieron a mis quejas, pues no dejé de ser socio por el precio de lo ofrecido, sino por el valor de lo ofrecido.

Pero como bien decía Machado: “Todo necio confunde valor y precio”. Frase muy similar a la que, antes siglos antes, había acuñado Quevedo: “solo el necio confunde valor y precio”.

La segunda cuestión que me ha llamado la atención es esa “necesidad” de: «Debemos exigir una regulación del espacio digital”. No puedo estar más de acuerdo. El espacio digital no puede ser un lodazal mayor y más nauseabundo que el “espacio papel”. Algo habrá que hacer para que ese espacio, en el que nos movemos una parte importante de la sociedad, no termine “infectándonos” de los virus más nocivos para la convivencia y para la propia salud mental.

Por ello, me ha sorprendido que, casi al mismo tiempo, el director de un importante medio, ante los intentos de la Unión Europea de exigir a las plataformas digitales (Meta, TikTok, X) que luchen contra la desinformación (las mentiras y bulos que inundan las redes sociales), proponga que a estas “se les aplique las mismas leyes que a los periódicos». Porque: “Esa es la mejor y más eficaz política contra la desinformación si ahora la quieren llamar así”.

Cuando leía el extenso artículo de este director, tuve esa sensación extraña entre “la ira y la risa”. Se me venía a la mente una duda ¿Leerá este director una buena parte de los medios digitales o en papel? ¿Leerá todo el contenido de su propio medio?

Porque si es así, si los lee, solo cabe pensar que este director es un cínico, o pretende tomarnos por imbéciles a quienes solemos leer a diario muchos de los medios de comunicación.

Las redes sociales son un “nido” para grupos de majaderos, energúmenos, fabricantes de bulos y fascistas varios. Pero también “habitamos” en ellas personas que podríamos catalogar de “normales”. Que opinamos, compartimos pensamientos y, en ocasiones, hasta publicamos -metámonos todos/as- nuestras “intimidades”. Y los usuarios de las redes se pueden cifrar en varios millones -solo en España-, por lo que en buena lógica y, por simple probabilidad estadística, los “majaderos, energúmenos, fabricantes de bulos y fascistas varios”, tiene que ser un número mucho mayor que los que “habitan” en los llamados “medios de comunicación”.

Pero una cosa es “ganar en cantidad” y otra, bien distinta, hacerlo en “calidad”. Porque la calidad de los bulos y mentiras que se expanden por las redes, no son muy diferentes a los que se publican en los medios. No en todos, digámoslo de manera clara, pero sí en una gran parte de ellos.

¿Qué leyes se les está aplicando a los medios, para exigir que se les aplique igual a las plataformas digitales? Porque a la vista está que son medios de comunicación, unos en papel y otros digitales, los mayores fabricantes y propagadores de bulos. Gran parte de los cuales, tienen como “directores” a unas personas que se definen como periodistas.

Y, para más inri, este director reconoce que: “La mayor mentira que jamás ha publicado este diario salió de la boca de un presidente del Gobierno del Reino de España”. En clara referencia a la información que Aznar transmitió, a los directores de los grandes medios de comunicación, a media mañana del 11 de marzo de 2004, en la que les aseguró que los atentados perpetrados esa mañana habían sido obra de ETA. Añadiendo a continuación: “El poder miente si puede y el periodismo tiene un método para detectarlo. Si no hay periodista, si no hay responsable editorial, la mentira se propaga, por las redes y por los diarios y las televisiones”.

Suena a burla, porque ese día, a este diario y a otros muchos, a las televisiones y las radios, les fallaron todos “los detectores” cuando Aznar les mintió en toda la cara.

¿Por qué este, y otros directores, publicaron esa información falsa, teniendo, como tenían, ya información suficiente para poner en duda lo que Aznar les hacía llegar? ¿Podemos pensar, entonces, que se plegaron a los deseos de Aznar, pisotearon el derecho de sus lectores y mandaron al mismo “carajo” los principios éticos de la profesión?

Concluye este director: “La UE lo tiene fácil. En lugar de sermonear, someta a las plataformas al imperio de la ley”.

¿Qué ley, la que está permitiendo que cientos de medios -unos en papel y otros digitales- campen a sus anchas en la desinformación, en no separar la información de la opinión, en mentir sin pudor alguno y difamar cuanto les da la gana?

¿A cuántos periodistas y en qué medida, se les ha aplicado esa ley por mentir, por difamar o por fabricar bulos?

Habrá quienes piensen que la “libertad de expresión” está por encima de todo lo demás. Es posible que la libertad de expresión sea algo a preservar por encima de otros derechos y valores, pero si es así, de qué se quejan los directores de los medios de comunicación. ¿Se quejan de la libertad de expresión de los demás, pero no de la propia?

¿Dónde queda el código deontológico del periodista, o el derecho a una información veraz, que se recoge en el artículo 20 de la Constitución?

Como vemos es un debate con muchas “aristas”, con demasiados intereses en juego y con mucho cinismo de por medio.

Por ello, me quedaría con algo que, en esa “charla” de la Tertulia de Larra, dijo Jesús Maraña: «el principal deber de los profesionales es insistir en el valor de la información de calidad y hacer entender que si no paga el ciudadano, paga otra gente con otros intereses».

Aunque, bajo mi punto de vista, el periodismo serio, el de calidad y que hace honor a la profesión, no debería estar callado, como si nada pasara ni con ellos fuese, ante esa caterva de sinvergüenzas que, bajo el amparo del periodismo, no hacen más que trasladar bazofia a sus lectores, espectadores u oyentes. No es que esos “medios” no deban existir, pues hay personas a las que, igual que les gusta la comida basura, les gusta alimentar su mente de basura y bazofia, por lo que deben tener un lugar en el que “alimentar sus cerebros” -lo de cerebros es un decir-, pero ese periodismo serio debería no compartir espacio con la “basura”, denunciar las prácticas fraudulentas y los métodos cuasi mafiosos de esos “colegas”. Porque si no actúan así, estarán blanqueando aquello de lo que, dicen, abominan.

Bienvenido sea ese “movimiento” si es que, esta vez, va en buena dirección.

Rafa Valera 21_10_2023

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